Era 1995: cuando el profesor de elementos de la plástica (en B.B.A.A. hay un despacho sólo para inventar nombres absurdos a las asignaturas, sin duda) nos ordenó que hicieramos un cómic en una sola hoja de 50x70 cm (mete eso en un escáner), nos dio una charla sobre los elementos del cómic: el guión, las viñetas, los bocadillos, las serpientes que salen de la boca de un palabrotero...esas cosas. A mí el primero de B.B.A.A. me pilló tan agilipollado que ví en este trabajo del cómic la ocasión para lucirme y hacer mis acrilicadas, aunque por entonces mi visión del cómic se limitase a Simon Bisley y Mortadelo.
Yo JAMAS he hecho cómic; si acaso unos dibujos metidos en rectángulos, pero contando historias soy fecal. Comprobadlo vosotros mismos.
Qué horror.
Ahora tendría que buscar excusas para justificar esta estampa, pero sólo puedo decir que era joven y estúpido, a diferencia de ahora que sólo soy estúpido. Por supuesto, incluso entonces me daba cuenta de la cantidad de chistes malos que había en el tebeo pero, por si no lo he dicho ya, ahí había algo que tenía que sacar, a fuerza de pico y pala (y no porque me suspendieran). Algo tenía el personaje, debajo de la chapa y de su payaso nombre, que me forzaba a hacer dibujos, diseños, ilustraciones... todo lo que tú quieras, pero guiones, ni uno. A esto se le llama empezar la casa por el tejado, cuando tienes la chimenea, la parabólica, la veleta y el nido para las cigüeñas. Por lo menos, el..."diseño" era cada vez un poquito mejor, sin llegar a ser aún algo potable. Ahora lo sé, ni en Cine De Barrio se puede ser tan paleto...